23 de diciembre de 2009

Disco: Mundos Flamencos - Carlos Piñana. (Big Bang / Cambayá 2003)





    En el ámbito del Flamenco, suele ser frecuente encontrar diversos miembros de una misma familia dedicados -a veces, en distintas facetas- a esta inefable expresión artística. Ocurre en el caso de Carlos Piñana, joven continuador de un íntimo legado, cuya forja se adscribe, fundamentalmente, a los ecos mineros de la Unión. Su obra Mundos flamencos refleja un amplio polimorfismo musical que alberga desde los ritmos canónicos y matrices de la seguiriya (Bordoneando) o la soleá (Maestros) hasta una composición, Locura, con vuelos de libertad expresiva ad libitum, en la que le acompaña la voz armónica de su hermano Curro Piñana. Su apuesta por los intrincados senderos de la tradición le lleva a frecuentar estilos rítmicos como los tanguillos (Mi gente), ejecutados por la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia, bajo la dirección de José Miguel Rodilla, con un efímero preludio guitarrístico a modo de pórtico de entrada. Las alegrías en la posición de La Mayor (Pastueña) se muestran en consonancia con la línea emprendida por Paco de Lucía en La Barrosa (a su vez, revitalización original de la forma mentis de Sabicas). El compás de cuatro por cuatro alberga, asimismo, la cadencia de la farruca Recordándote, en la que el guitarrista, a partir de la scordattura en Re y provista del zapateado nuevamente de Latorre, entronca con el sistema empleado antaño por Paco de Lucía. De luna blanca se edifica sobre el ritmo de la rumba, jalonado sobre un estribillo, para el que Piñana se vale tanto de la percusión de Miguel Ángel Orengo y Lázaro Issaqui como de la guitarra eléctrica de Chema Vílchez. Evocando una fórmula empleada por Riqueni y Gallardo en la Suite Sevilla (1993), Esencia, suite flamenca enriquecida gracias a la colaboración de la Orquesta, contempla heterogéneos pasajes como un adagio, la fantasía -hibridación genérica en la que predomina el apunte de granaínas-, el bolero o una taranta, sello de identidad de la prístina formación del tocaor. En suma, esta sugerencia musical nos adentra hacia una pluralidad de espacios armónico-rítmicos, que denotan la versatilidad del guitarrista en un proceso de proteica búsqueda a fin de obtener una voz singular y propia.

Francisco J. Escobar Borrego 

 Publicado en La Flamenca