El presente capítulo ofrece un análisis de la obra poética de José Luis Tejada
(1927-1988) atendiendo a una constante identificable en su imaginario creativo, a saber,
su intersección de códigos entre la estética literaria, la música y las artes plásticas.
Procederé, por tanto, a adentrarme en el pensamiento conceptual de este autor a partir de
un enfoque metodológico sustentado sobre el comparatismo interdisciplinar, con especial
atención a la creatividad estética y la écfrasis retórica. Como contrapunto, en aras de
acotar el objeto de estudio, dejaré al margen, por su singular caracterización genérica,
una composición con aire musical para una representación infantil; es decir, Sortilegios
(Variaciones tontas sobre el esquema melódico de los gatos de la ópera «El niño y los
gatos» de Mauricio Ravel), cuyo hipotexto poético-musical procede de L’enfant et les
sortilèges: Fantaisie lyrique en deux partes de Maurice Ravel, ópera en un acto escrita,
a modo de ballet de hadas, en el período comprendido entre 1917 y 1925, con texto
argumental de Sidonie-Gabrielle Colette .
En otras palabras, más allá de estos Sortilegios, me interesa poner de relieve las
relaciones fronterizas por ósmosis que establece Tejada en poemas suyos representativos
tanto con la música como con las artes plásticas. Así sucede de forma paradigmática en
su poemario póstumo Cuidemos este son (Poesía flamenca), de 1997, que va a constituir
el referente textual cardinal de las siguientes páginas. De hecho, en este libro de madurez
estética su autor recurre al principio conceptual de pensar en imágenes en virtud de la
plasticidad musical y el iconotexto sonoro, con una especial inclinación además por la
écfrasis en calidad de descripción poético-narrativa.
Pero, si bien voy a circunscribir el estudio a estos últimos compases de la trayectoria
estética de Tejada, cabe puntualizar, en contraste, que se trata de un ideario conceptual
que se fue forjando paulatinamente en el imaginario del poeta desde una temprana edad
creativa. Se comprueba, en efecto, en «Mi lienzo», poema perteneciente a Del río de
mi olvido (Primeros versos gaditanos), de 1978, en entronque, al tiempo, con la huella interdisciplinar proyectada por su paisano el poeta-pintor Rafael Alberti, sobre el que
volveré más adelante:
Tengo un cuadro de fondo siempre nuevo
y lo cambio según me viene en gana:
el marco, el bastidor de mi ventana;
el fondo, que yo mismo traigo y llevo,
el escenario azul de la mañana.
(Tejada, 1978: 36).
En fin, apuntadas estas cuestiones preliminares que atañen a la metodología y
los planteamientos epistemológicos, en lo que hace a la estructura del presente capítulo
voy a centrar mi eje argumental atendiendo a las siguientes líneas matrices. En primer
lugar, brindo al lector unas claves conceptuales como prefiguración in nuce de la poética
musical de Tejada identificables cronológicamente entre las décadas de los sesenta y
ochenta. Es decir, tendré en cuenta Para andar conmigo, Del río de mi olvido y «Coplas
del agua, con Pablo (Ósmosis)», poema manuscrito inédito, con el propósito de abordar
seguidamente, como un paulatino desarrollo evolutivo, el arte de la memoria y la poesía
narrativa oral en nuestro autor; esto es, con énfasis en la granada tradición de romances,
el flamenco y otras formalizaciones del cancionero popular así como de la tradición oral.
Especial atención habrá de cobrar, en este sentido, un romance sobre Delgadina y La
infanta preñada con contaminación a su vez, no atendida hasta la fecha, respecto al de La
mala hierba o Romance del mal encanto.

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