P. ¿Cómo fueron tus inicios en el flamenco y quiénes fueron tus maestros?
R. Mis inicios están vinculados a la tradición oral y la cultura popular que fui asimilando en el seno familiar durante mi niñez. En este sentido, iba integrando a mi vida, sin darme cuenta de ello, letras cantadas que escuchaba bien en la voz de mi madre o en la banda sonora que se respiraba en el hogar, desde flamenco a copla, pasando por melodías muy cantábiles procedentes de la zarzuela y otras modalidades genéricas.
En cuanto a los maestros en estos primeros compases de mi trayectoria formativa se remontan, a la edad de siete años, en la academia de baile de José Galván cuando un profesor, Pepe Montes, me fue adiestrando las manos y enseñando un repertorio tanto de géneros del flamenco como de piezas clásicas un tanto avanzadas para mi corta edad. Allí recuerdo a Israel (Galván) haciendo sus tempranas incursiones en el baile, con un año más que yo, si mal no recuerdo, vestido con la camiseta del Betis. A la Academia de José acudían granadas figuras de la danza flamenca. De hecho, he atesorado un nutrido número de recuerdos vivenciales y de convivencia entre los siete y ocho años, por ejemplo, con los hermanos Antonio y David Hurtado, niños como yo, acompañados de Lolita Valderrama.
P. Aparte de tocar y componer, ¿bailas, cantas o escribes letras para el cante?
R. A partir de los trece años, tras haber interiorizado un rico caudal de letras que acompañaba con la guitarra, comencé no solo a componer musicalmente sino también a nivel literario, de ahí que hasta la fecha continúe escribiendo letras o textos para ser cantados. Por lo general, suelo trabajar el fraseo armónico-melódico, como voz de referencia, en marcos métrico- rítmicos, para tratar de transmitirle las ideas musicales a los intérpretes que son los que, pertrechados de su exquisita calidad vocal, convierten en joyas interpretativas mis composiciones literario-musicales.
P. En tu caso, que has tocado para acompañar al cante y al baile, ¿qué importancia le das a esta experiencia?
R. Resulta decisiva y capital en la formación paulatina de un guitarrista flamenco. Ya con nueve años estaba tocando los estilos principales del flamenco y acompañando a mi madre al cante, primero en casa, y luego en escenarios. Después, se incorporó a esta andadura mi hermana, también al cante, para pasar a un duradero recorrido por las peñas flamencas, sobre todo de Andalucía, acompañando al cante y al baile, giras por el extranjero, especialmente Europa, etc.
A esta dilatada y fructífera experiencia hay que añadir mi aprendizaje en la academia de Matilde Coral y Rafael el Negro, donde coincidí con El Mimbre, Chano Lobato, Manolo Domínguez, Quique Paredes y otras figuras, con paradas puntuales en casa de los padres de Rafael Riqueni, en Pagés del Corro, quien me preguntaba siempre, con suma amabilidad y cariño, qué estaba componiendo o interpretando en ese momento. Tenía entonces trece años y por entonces ya leía y escribía en el pentagrama dado que un buen guitarrista con formación en el Conservatorio Superior de Sevilla, Antonio Carmona, estuvo trabajando conmigo no solo en dúos de guitarra flamenca y clásica, sino también en la paulatina asimilación de los planes de estudio de dicho marco de enseñanza con clases particulares los fines de semanas durante años, es decir, desde solfear hasta trabajar nociones teóricas de lenguaje musical, armonía, contrapunto o composición. Así pude tocar, durante años, transcripciones para guitarra de numerosos compositores: desde Bach, los estudios de Sor, Aguado o Carulli, sin olvidar a Tárrega, y el repertorio nacionalista de Albéniz o Falla, hasta piezas de autores hispanoamericanos como Barrios, Piazzolla o Leo Brouwer.
Luego llegaron a mi vida formativa otros grandes compositores como Mario Escudero, con clases durante sus últimos años en su domicilio sevillano de Heliópolis, Manolo Sanlúcar, Riqueni, volviendo a coincidir con él ya no en su casa sino en cursos, José María Gallardo del Rey, el propio Brouwer o Eliot Fisk, en seminarios de especialización, de los que aprendí el rigor y la disciplina a la hora de componer e interpretar.
P. Y de las colaboraciones que has tenido con otros artistas del flamenco y de otras músicas, ¿puedes contarnos qué te han aportado?
R. Son bien numerosas las experiencias vivenciales y de enriquecimiento estético que he integrado a mi bagaje personal con artistas de diferentes generaciones no tanto por el hecho de concluir las obras y cerrar los proyectos, sino por el placer de disfrutar el proceso artístico, ya sea a nivel de composición o de interpretación, con especial atención en el acompañamiento. En este sentido, me acuerdo de artistas que por desgracia ya no están entre nosotros, aunque sí en nuestro sentir y memoria afectiva, como Sordera, en su última etapa, Manolo Mairena, Paco Taranto, Chano Lobato o Antonio Chacón, pasando por El Chozas, Inés Bacán, Esperanza Fernández, David Lagos, Antonio el Pipa o Rafael de Utrera, hasta llegar a las generaciones recientes a las que pertenecen artistas como Rocío Márquez, Exequiel Benítez, Antonio Campos, María Marín, Jeromo Segura, Pedro Niño de la Fragua o Carmen Molina.
P. Conocemos tu experiencia como docente de flamenco. ¿Crees que te ha enriquecido y que es necesaria la didáctica del flamenco desde la escuela a la universidad? ¿Qué prejuicios hay aún y qué logros se han conseguido y qué queda por hacer en este sentido?
R. Entiendo que la didáctica del flamenco es crucial a la hora de ofrecer de manera rigurosa y experimentada, pero también con claridad divulgativa, claves, nociones conceptuales y análisis detallados para que nuestros niños puedan ir aprendiendo progresivamente el dominio del flamenco y de esta manera, cuando lleguen a la Universidad, puedan contar con esa compleja base en su acervo cultural y mimbres formativos. En mi caso, no solo me sigue enriqueciendo, dado que enseñar es aprender por partida doble, sino que constituye para mí un baluarte y asidero fundamental a efectos de vocación y como misión de vida. Además, entiendo la didáctica como un proceso y oportunidad para seguir renovándome gracias a nuevas metodologías, planteamientos epistemológicos y gnoseológicos, destrezas y estrategias sustentadas en la investigación tanto teórico-analítica como a nivel de creatividad compositiva e interpretativa. Sin embargo, todavía un sector de la comunidad universitaria, y por desgracia también del flamenco, se muestra reticente a la hora de aceptar que todos los agentes de la cultura debemos cooperar de manera concertada y colegiada en aras de sumar esfuerzos y avances al servicio de una manifestación artística única en el mundo que hunde sus raíces en nuestra tierra.
P. ¿Cómo ves la evolución de la investigación sobre flamenco desde finales del siglo pasado hasta ahora?
R. Estamos asistiendo a una notoria renovación y revisión crítica respecto al estado de la cuestión o del arte habida cuenta de los importantes aportes que se están haciendo hasta la fecha. Solamente atendiendo a la investigación cualitativa que estamos disfrutando a nivel de tesis doctorales y proyectos de investigación I + D + i, pero también en el plano de la epistemología de la creatividad escénico performativa, debemos estar muy satisfechos, si bien esperamos todavía renovadas perspectivas de análisis que ofrezcan futuros avances, porque así se hace ciencia: aportas un modesto granito de arena y lo brindas a los demás, y como fruto de ese legado, luego viene otro investigador y suma a lo existente, y así, por fortuna, ad infinitum.
P. Un momento importante en tu carrera hasta ahora.
R. Sentir cariño, afecto y gratitud por parte de mis alumnos y de los artistas, ya sean músicos o escritores.
P. Un momento especial de “duende” (como aficionado y como artista)
R. Escuchar por soleá, con aires de Cádiz, a Tomás Pavón, o por seguiriya a Manolo Caracol.
P. Coméntanos la producción y la experiencia que has tenido en el ámbito de la discografía hasta llegar a tu último trabajo, el disco-libro Támiris. ¿Qué has querido expresar?
R. Los discos que llevo a cabo en el plano de la composición exploran siempre las fronteras e intersección de códigos entre música y literatura hasta el punto de que incluyo tanto los textos musicalizados como una poética musical: A contratiempo (2009), Palimpsesto. Morente «in memoriam» (2012), Eurídice XXI (2014), Miniaturas espirituales para niños (Suite en dos movimientos), en Anjara. Musica del mondo per Jangany (2016), y, por último, Támiris (2022).
Támiris, en concreto, es el resultado natural en el que convergen mis dos facetas ligadas a la creatividad compositiva: el discurso musical y el verso. El propio concepto del disco-libro se refiere a un legendario aedo o rapsoda que armonizaba ambas artes, si bien se trata de un arquetipo que me ha permitido ofrecer un recorrido, a modo de novela musical polifónica y desde la mayor autenticidad posible, por las distintas emociones que experimenta el ser humano, con sus alegrías y penas, con sus luces y sus sombras. En este sentido, las voces de los artistas, a los que estoy muy agradecido por su extraordinaria profesionalidad y ejemplar calidad humana, se integran en mi discurso compositivo como si fueron los personajes de un relato literario-musical: Inés Bacán, Ezequiel Benítez, Esperanza Fernández, David Lagos, María Marín, Rocío Márquez, Carmen Molina, Mayte Salgueiro o ‘El Zapatero’. Las colaboraciones instrumentales en Támiris son: Calia Álvarez, Artefactum, Juan M. Jiménez, Antonio Moreno y Rafael Mira. Por último, dialogan con mi poética musical y versos las aportaciones literarias de Silvia G. Coillard, Miguel Florián, Juan Peña, Alberto Prieto, José Luis Rodríguez Ojeda y Javier Salvago.
P. ¿Cómo ves la situación del flamenco hoy?
R. Esperanzadora por el gran nivel estético que se está alcanzando a partir de propuestas estéticas muy diferentes, pero un tanto desalentadora por la manifiesta escasez de recursos económicos e infraestructuras que se destinan en España para dar salida a tan extremada calidad artística. Sucede también con la ridícula y precaria partida económica que se destina a la investigación, motor y estandarte de la ciencia, en nuestro país, comenzando por las Comunidades autónomas.
P. ¿Crees que hay un flamenco de gitanos y un flamenco de no gitanos?
R. Creo que hay un flamenco auténtico y sincero cuando el artista atesora profundidad y verdad en su alma no solo a nivel creativo sino también en lo que se refiere al plano humano y espiritual. Es cierto, porque lo he comprobado con grandes amigos míos, que los artistas gitanos atesoran unas señas de identidad étnico raciales que permiten una transmisión expresiva característica en el flamenco. Sin embargo, también me emociono, por supuesto, con artistas que no son gitanos e incluso que proceden de otras culturas ya que tienen una capacidad de transmisión estética y de sensibilidad sutil. Eso es lo que busco en el arte y en la vida: emoción desde la autenticidad.
P. ¿Qué opinión tienes sobre el últimamente muy comentado, con diferentes visiones, machismo en el flamenco de antes y de ahora, en cuanto a los artistas, las letras, los cantes, etc.?
R. Esta cuestión sumamente delicada requiere una revisión crítica decidida y responsable, al igual que sucede en campos de estudio como los relativos a las perspectivas de género, en lo que atañe a la investigación. Esta acción debe venir acompañada de una auténtica renovación de mensajes musicalizados del pasado que ahora no solo no tienen cabida, sino que han de rechazarse cuando se ofenden a las personas, en general, y a la mujer, en particular. En tiempos todavía tan duros e incomprensibles como los que estamos transitando, baste pensar en la violencia de género a diario, no podemos permitirnos cerrar los ojos y dejar que los niños que vayan a aprender, con rigor y vocación, flamenco canten letras remozadas de mensajes ofensivos y temática lesiva. Corren tiempos en los que hemos de alejarnos de la involución para trazar puentes modulatorios hacia el respeto, la comprensión y la escucha del otro, la libertad, la apertura y la pluralidad, siempre con el amor como principal universal del sentimiento.
P. ¿Qué opinas sobre la dinámica tradición y renovación en el flamenco, sobre todo en el momento actual, el flamenco del siglo XXI?
R. Crucial, puesto que es fundamental mantener los pilares constitutivos del flamenco, pero siempre en continua renovación, como sucede con cualquier manifestación artística identificable en la historia cultural de las mentalidades, ideas y representaciones estéticas. De hecho, considero la tradición en el sentido etimológico, esto es, como el legado que, a modo de tesoro, recibimos no para conservarlo en un museo de manera estática y anquilosada, sino para transmitirlo y compartirlo con los demás de un modo dinámico, vivo y edificante.
P. Tu músico preferido (de la historia y de la actualidad).
R. Bien difícil me lo pones, pero si he de quedarme con uno solo: Johann Sebastian Bach, por su profundidad literario-musical y trascendencia humanamente espiritual.
P. Tu cantaor preferido (de la historia y de la actualidad).
R. Más difícil todavía: Tomás Pavón, por su sentido del tiempo, el tempo y la profunda expresión emocional.
P. Tu cantaora preferida...
R. Vaya tela: La Niña de los Peines, por su sentido rítmico y expresividad jonda.
P. Tu bailaor/bailarín...
R. Antonio Gades, por su elegancia en los movimientos y sutileza en los matices de su propia gramática corporal.
P. Tu bailaora...
R. Carmen Amaya, por su sentido de la percusión corporal, del ritmo y de la inspiración gitana en estado puro.
P. Tu tocaor o tocaora (que las hay)...
R. Ramón Montoya, piedra angular de la historia de la guitarra clásico-flamenca, junto a Manolo de Huelva, por su sabor rítmico flamenco.
P. Un estilo de cante que te gusta especialmente.
R. Soleá, por su majestuosidad y profunda elegancia estilizada.
P. Un estilo de baile.
R. Bulería, con sus matices sutiles y sabor en el acompañamiento al toque, es decir, al aire jerezano y lebrijano, sin olvidar Morón o Utrera, entre otros enclaves significativos.
P. Un estilo de toque.
R. Aunque resulte una paradoja: cuando no hay estilos, ni géneros, ni límites o fronteras, sino solo el alma desnuda del guitarrista que conoce y siente la tradición para sumar su voz auténtica y profunda a la cadena de testimonios estéticos del flamenco.
P. Una letra que te guste, de la tradición (y tuya, en su caso).
R. De la tradición literario-musical me quedo con esta simbólica letra que atesora la memoria, todavía viva, desde La Serneta y La Niña de los Peines hasta Fernanda de Utrera, como bien supieron ver José Ángel Valente, José Manuel Caballero Bonald o Blas de Otero:
Fui piedra y perdí mi centro
y me arrojaron al mar
y al cabo de mucho tiempo,
mi centro vine a encontrar.
En cuanto a mis letras, seguramente estos versos, cantados por Ezequiel Benítez en la bulería “Risa azul” de Támiris, reflejen mi forma de ser en el arte y en la vida:
Como vuelo sin huella
en azul para acuarela,
dejo mi música de agua
y la escritura en la arena.
P. Proyectos a corto y medio plazo.
R. A corto plazo, me gustaría seguir desarrollando mi labor docente, a diario, con dedicación y vocación entre literatura y música; y a largo plazo, quiero continuar elaborando mi programa de radio para Canal Sur Guitarra flamenca: diapasón y trastes al tiempo que aporto mi grano de arena, a nivel de investigación, en los Proyectos de I + D + I Andalucía literaria y crítica. Fondos documentales para una historia inédita de la Literatura Española y su estudio: los fondos Alborg y Canales de la Universidad de Málaga y Presencia del flamenco en Argentina y México (1936-1959): espacios comerciales y del asociacionismo español (FLA/AMEX). Por último, he de cerrar la segunda parte de la bilogía, también un disco-libro, que he iniciado con Támiris.
P. Tu sueño es...
R. Disfrutar cada instante de la vida con ilusión, como si fuera un sueño, junto a mi familia y acompañado de buenos amigos, como es tu caso, siendo coherente con lo que siento, pienso y hago en la vida y en el arte.
Despedimos aquí al querido y admirado amigo, profesor y compositor Paco Escobar, deseándole siempre lo mejor con un abrazo cabal.