19 de abril de 2009

ENTREVISTA EN EL ABC (14-04-2009)









“La bulería es una forma músical difícil y delicada” Francisco Javier Escobar Borrego, guitarrista y profesor universitario. En Filología Hispánica sacó 22 matrículas de honor de 30 asignaturas, se arranca en las juergas flamencas, ha escrito una tesis sobre Cupido, es profesor de Ciencias de la Comunicación en Sevilla y el jueves presentó su disco como solista, «A contratiempo». 

 ALFREDO VALENZUELA. SEVILLA


Publicado en el ABC, 19-04-09 a las 09:39 —De treinta asignaturas de la carrera de Filología Hispánica, obtuvo matrícula de honor en veintidós ¿De dónde sacó tiempo para practicar con la guitarra? —Antes de iniciar mis estudios universitarios, me dedicaba profesionalmente a la guitarra acompañando al cante y al baile. En este período, estudiaba y componía de forma metódica e intensiva, lo que ahora compatibilizo —no sin poco sacrificio— con mi labor docente e investigadora. «A contratiempo» es fruto de una investigación musical y literaria. —¿Y qué da más satisfacciones, la guitarra o la Universidad? —Son diferentes aunque disciplinas complementarias. Tan gratificante resulta dar vida a una composición musical como formar al alumnado a nivel científico con vistas a su futuro oficio. —Ha escrito una tesis sobre Cupido ¿cree que existe? —Al margen del perfil mítico, considero el amor como la fuerza que nos impulsa en la vida. Así lo dice Virgilio: «omnia vincit amor» (todo lo vence el amor). Por esta razón, siguiendo a Eric Fromm, amamos, con sinceridad, a los seres queridos, nuestra profesión, una ciudad o una obra artística que despierta nuestro interés. Por mi parte, no podría vivir sin la música y el amor en sus diferentes manifestaciones. La guerra, en contraste, supone el fracaso del hombre. —¿Ha sentido alguno de sus flechazos a traición? —Quien lo probó lo sabe. —¿Quién le da más confianza, Psique o Cupido? —Creo plenamente en el alma de las personas, pero, como en el mito apuleyano, el amor perfecciona nuestra naturaleza anímica a modo de camino iniciático. —¿En sus composiciones para guitarra qué influye más, su formación intelectual o su sentimentalidad? —Tanto a nivel de composición instrumental como vocal, procuro conjugar la reflexión y el rigor necesarios con mi sensibilidad estética. El punto de equilibrio entre ambos ejes viene dado por la creatividad. —¿Qué dicen sus compañeros filólogos de su propensión a la bulería? —Afortunadamente, no se «burlan» de mí. Al contrario, valoran mi creatividad artística y versatilidad. Mis compañeros saben que me tomo muy en serio mi trabajo, tanto filológico como musical. La bulería es una forma musical difícil y delicada, reflejo de un género artístico con mayúsculas. —¿Ha participado en muchas juergas flamencas? —Muchas y desde pequeño, con diferentes artistas, en Andalucía y en otras partes del mundo; es decir, juergas flamencas «universales»; eso sí, siempre en compañía de cabales con ritmo sutil y soniquete afinado, que es lo que importa aquí. —¿Y hace buen papel en una juerga un profesor con 22 matrículas de honor a cuestas? ¿Le cuesta arrancarse? —Las matrículas de honor son orientativas del esfuerzo, pero brotan como recompensa a un principio que he mantenido siempre, aprender bien el oficio en aras de disfrutar con esta actividad y consagrar mi vida a ella. En el caso de la música, sólo aspiraba a dominar la guitarra para poder expresar mis sentimientos. Las matrículas son un detalle insignificante para mí, una consecuencia de lo verdaderamente importante, aprender y disfrutar con el arte, sea música o literatura. Pues bien, la juerga flamenca se orienta en esta dirección. Cuando estás preparado para el ritual, no cuesta arrancarse. —Forma parte de un programa de doctorado sobre «Estudios avanzados del Flamenco» ¿Los flamencos se dejan estudiar? —No todos. Ahora bien, debemos aprender de su conocimiento granado, de una intuición forjada en una sabiduría rica y compleja, la transmisión oral. —Ha sido profesor de alumnos extranjeros ¿qué les interesa más, el Quijote o el flamenco? —Les resulta más atractivo el flamenco. Ahora bien, en clase, cuando comprueban su verdadera complejidad armónico-rítmica se apasionan al tiempo que comprueban, como sucede con el Quijote, lo difícil y sublime que es, a la par, el arte en esencia. —¿El título de su disco, «A contratiempo», tiene algo que ver con sus estudios de Filología Clásica? —Se trata de una figura retórica, un calambur que remite a diferentes lecturas, por una parte, el recurso rítmico, en el plano musical; de otro lado, los contratiempos y avatares que dificultan llevar a cabo un proyecto complejo. —Las sevillanas de su disco se titulan «Otoño en Sevilla» ¿le gustan las paradojas o es de los que, en Sevilla, prefieren el otoño a la primavera? —Me encantan las paradojas, desde los poetas de cancionero, pasando por los místicos como San Juan de la Cruz o Santa Teresa hasta llegar a Quevedo. Quise reflejar la luz peculiar de Sevilla en otoño, que también tienen París o Lisboa. —¿A qué se presta más Sevilla, a la guitarra o la filología? —Sevilla siempre está vinculada al arte, sea para estudiarlo o para disfrutarlo. La música y la literatura se encargan, en cualquier caso, de otorgarle el protagonismo que merece. —Una de las partes de su disco se titula «Inspiración», pero parece que es de los que confían más en el trabajo que en las musas... —Siempre ruego que cuando se manifiesten las «Musas» lleve bastante tiempo trabajando. Al suceder esta circunstancia, la música brota, con relativa naturalidad a nivel compositivo. Así que, por prudencia y honradez profesional, estudio con la máxima profundidad y exigencia para darle facilidades a las Musas. —En cualquier caso, ¿corren buenos tiempos para el estudio del mundo clásico? —Si atendemos a la política institucional, no muy alentadores. Sin embargo, el conocimiento de nuestra cultura prístina —los cimientos de la civilización occidental— nos haría más humanos, cualidad que echo en falta cada vez más en esta sociedad. —¿No teme que los planes de Bolonia den la puntilla a esos estudios? —En efecto, entre los planes de Bolonia y la globalización ya veremos cómo queda el estudio riguroso y científico del mundo clásico. Pero soy optimista, de manera que confío en que el arte venza una vez más las rémoras de una política huera y desatinada.