Francisco Javier Escobar Borrego, Vidas de arte en el humanismo hispalense. De Nebrija a Góngora, Frente de afirmación hispanista, México, 2018.
El presente libro ofrece un
estudio de comparatismo interdisciplinar circunscrito al género de la vida de arte, o sea en las fronteras estéticas
entre realidad y ficción, en el Humanismo hispalense. Para ello, atendiendo a
la historia de las mentalidades, ideas
o de las representaciones, se parte de la figura señera de Elio Antonio de
Nebrija, rememorado con el tiempo por el maestro Francisco de Medina, a
propósito del ideal de la lengua como
compañera del imperio, en las Anotaciones
de Fernando de Herrera a Garcilaso de la Vega, objeto de una vida y obra en la ordinatio y accessus ad auctorem de este comento
crítico.
Sin embargo, el autor de la Gramática castellana había sido caracterizado
ya con anterioridad por Juan Luis Vives en sus Diálogos sobre la educación, en concreto en calidad de personaje
actante y conforme a ecos ficcionalizados de su vida y labor docente a partir de la lectio. De hecho, constituyó la fuente, no identificada hasta el
momento en los estudios actuales del Siglo de Oro, del Libro subtilíssimo intitulado Honra de Escriuanos compuesto y
experimentado por Pedro de Madariaga vizcaýno.
En este contexto humanístico
de visible fuste interdisciplinar, el género de la vida de arte acabó experimentando,
en fin, un personal tratamiento estético en el círculo académico de Juan de Mal
Lara y su Filosofía vulgar, esto es
al calor de las anécdotas vivenciales y paremiológicas del pueblo, Fernando de
Herrera, con la vida de Tomás Moro al
fondo, o Jerónimo de Carranza y su Filosofía
de las armas, remozada tanto de notas biográficas personales como otras
relativas al VII Duque de Medina Sidonia. Andando el tiempo, tales vidas de arte llegarían a culminar como floruit gracias al pintor Francisco Pacheco,
autor de un verdadero libro de vidas,
con retratos al vivo y mediante pincel valiente.
No obstante, en dicha cooperación
científico-creativa ora la pluma ora el
pincel y hasta con notas
musicales, no sólo interesó el género de la vida,
en la que no faltaron las metamorfosis
tanto de Ovidio como de Apuleyo, sino que fue teniendo cabida también la
paulatina forja de una teoría y práctica del ensayo humanístico acorde con la prosa
de ideas y que podía incluir además claves
de ficcionalización biográfica. Asimismo, este trabajo de academia
interdisciplinar dio carta de naturaleza a otras empresas de meritorio aliento que
conllevaban un trabajo de equipo; es el caso de los colores y aires musicales
con villanescas contrahechas a lo divino por Francisco Guerrero, bajo la
escucha de los cantos y cuentos de la
vida colectiva del pueblo, así como al
compás de las ideas de los afectos transmitidas por el poeta y
vihuelista Cristóbal Mosquera de Figueroa, buen amigo entonces de Cervantes.
Por último, tras la estela
herreriana y su entorno de élite, la ciudad de la famosa Giganta sería un atractivo lugar de reclamo e inspiración para
otras dos vidas de arte; así: de un
lado, al trasluz del apuleyanismo hispalense, Cervantes y Sevilla, con apuntes
a la novela urbana, su ensayo creativo
para otra picaresca y la representación
de su vida en el Viaje del Parnaso; de otro, la pervivencia de Góngora en la capital
hispalense del siglo XVII, con resonancias también de su vida por parte de epígonos y comentaristas, y entre claroscuros y pinceladas de Velázquez a Murillo, hasta llegar a su modernidad estética
en tiempos del grupo poético del 27, de toque interdisciplinar. Estos últimos compases
vendrán a conformar, en suma, la coda final para estas metamorfosis y transformaciones
de clásicos y modernos ligadas a unas vidas
de arte.