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10 de marzo de 2020

Ramón Montoya en Guitarra flamenca: diapasón y trastes (FlamencoRadio. Canal Sur)


     El programa radiofónico con el que se inaugura el ciclo Guitarra flamenca: diapasón y trastes está dedicado a una de las figuras medulares para la forja, desarrollo y pervivencia de la guitarra hasta nuestros días: Ramón Montoya.   



Os enlazo el podcast: 



     Se ofrece un análisis monográfico al trasluz de los siguientes microespacios:






 -Grandes figuras de la guitarra: Datos biobibliográficos circunscritos a Ramón Montoya, con síntesis del estado de la cuestión y nuevas perspectivas críticas. 

  -Obras maestras / Piezas con historia: Como fruto del armonizado diálogo entre cante y guitarra, analizaré, desde su arquitectura técnica, la Rondeña de Montoya, entre otros aspectos musicales significativos.

   -Claves musicales de la guitarra: Análisis de la Minera de Montoya en consonancia con directrices musicales complementarias.

   -Mecanismos y técnica: La aportación estética, conceptual y técnica de Montoya, con ejemplos analíticos e interpretación de los mismos.

    -El instrumento. Guitarreros: Se brindan claves organológicas  de las guitarras que acompañaron a Montoya durante su dilatada trayectoria profesional. Al tiempo, escucharemos el sonido de la Leona en el acompañamiento de Montoya a los Fandanguillos de Huelva de José Cepero en el I Concurso Cante Jondo, celebrado en Granada en 1922 bajo los auspicios de Miguel Cerón, Falla y Lorca.

    -La guitarra como compañera del cante y el baile: Se traza un marco contextual con encuadre y enfoque en las claves esenciales que sustentaron el acompañamiento al cante y baile por Montoya. Asimismo, escucharemos, de manera analítica, el acompañamiento de Montoya a Pastora Pavón en Yo nací en Argel (Bulería: Canto gitano), en una temprana grabación de 1910 para Zonophone, y Cómo reluce (Caracoles) junto a Antonio Chacón.

   -La guitarra flamenca. Fusión y maridaje: En un granado contexto de maridaje estético y fusión, se puede disfrutar de la imitación tímbrica por Fernando Vilches del fraseo melismático del cante con el saxofón alto, acompañado por Montoya en Mi colombiana.

    -Vamos a escuchar: Enrique Morente, para su homenaje en clave A Ramón Montoya en El pequeño reloj (2003), superpuso su propia voz en la Rondeña del compositor madrileño, con la valiosa aportación, a modo de polivocalidad, de Estrella Morente.

3 de marzo de 2020

Guitarra flamenca: diapasón y trastes en Flamencoradio.com


   El ciclo monográfico Guitarra flamenca: diapasón y trastes en Flamencoradio.com ofrece un análisis técnico y de alta divulgación, al tiempo, circunscrito a la historiografía, canon y pervivencia de la guitarra. 

     Para ello, se pone especial énfasis en su imaginario, función y significado en el tronco musical que da nombre y naturaleza al flamenco. Asimismo, se atiende a las claves y representación sonoro-visual de los principales modos, sistemas, categorías e ideas musicales reconocibles en el instrumento flamenco por excelencia. 

      Conoce y disfruta, en fin, de los compositores medulares, intérpretes señeros y obras de mayor fuste y relieve que han consolidado la guitarra como un referente cultural universal.








Horario de emisión: martes a las 21h, miércoles a las 16h y jueves a las 18h.






 






Os dejo aquí el enlace para poder escuchar los programas: 

Guitarra flamenca: diapasón y trastes.







25 de marzo de 2019

Estudio sobre la técnica y el aire en el toque de Javier Molina






      En esta conferencia, impartida en el marco  de las IV Jornadas de estudio del Cante Flamenco (Universidad de Cádiz – Ciudad de Jerez 2018): “Javier Molina, una guitarra para el siglo XXI”, se estudia el pensamiento estético, los procesos de composición y el aire musical en Javier Molina. 

I.  Cuestiones preliminares: metodología, planteamientos epistemológicos y categorías conceptuales

II. Fuentes primarias

III. Datos biobibliográficos

IV. Estética y poética: Molina, músico y escritor...

V. De las fuentes primarias al estado de la cuestión

VI. Modelos, fuentes y maestros de la guitarra

VII. Cronología y generaciones en las Memorias autógrafas: Molina en su contexto estético y sociocultural

VIII. De las Memorias a los archivos fonográficos: análisis musical entre la voz y la palabra

IX. Pensamiento musical de Javier Molina

X. Estela, recepción y pervivencia

XI. Reivindicación canónica de una figura, una estética y un legado: a modo de conclusión

23 de diciembre de 2009

Naturaleza e Identidad Musical en la Guitarra Flamenca



     


    De las tres modalidades fundamentales del Flamenco, seguramente sea la guitarra la que ha experimentado de forma más notoria y visible una granada evolución. El respeto fiel a los modelos canónicos de antaño y una mirada renovadora, apostando por un sueño de libertad, constituyen sólidos baluartes que jalonan su joven pero ya firme andadura. La cadencia andaluza o progresión armónica flamenca, sobre el segundo tetracordo descendente del sistema modal dórico griego (La, Sol, Fa, Mi), preside como seña de identidad la armonía (si bien hay que contar, entre otras cosas, con las ricas posibilidades del sistema tonal, en sus respectivas vertientes mayor y menor). Desarrollándose en las cadencias resolutorias modales de Fa-Mi y Si bemol-La -y su amplia rentabilidad mediante transportes-, el guitarrista, durante la ejecución, viene a recrearse en la tónica, evocando así el origen primigenio de la forma musical en cuestión. Bajo la égida de estas directrices, la tradición ha cimentado con rigor unos parámetros constantes que los guitarristas asimilan y aplican en la praxis, a veces, casi intuitivamente (pero con el pleno conocimiento de la naturaleza y bases que fundamentan el Flamenco). Sin embargo, la solidez coherente del aprendizaje maduro ha permitido un enriquecimiento paulatino que está desterrando donde habite el olvido aquella carencia de armonía prístina -que no de ritmo- respecto a otras manifestaciones musicales (como el dominio de abolengo clásico). Al feliz hallazgo de una identidad que caracteriza a la guitarra flamenca per se, cabe añadir la impronta personal e individual que reconocidos maestros imprimieron, in illo tempore, a los palos. Homogeneidad sistemática unida a una rica pluralidad compositivo-interpretativa se dan cordialmente la mano en autoridades de la talla del Maestro Patiño, Manolo de Huelva, Miguel Borrull o Luis Yance (observándose, por añadidura, un claro continuum evolutivo entre Ramón Montoya, Niño Ricardo, Sabicas y Paco de Lucía junto a Manolo Sanlúcar). Otras constantes definidas que reflejan a las claras el variado panorama vienen dadas por una marcada identidad asociada a espacios geográficos y escuelas. El singular toque de Morón de la Frontera -con Diego del Gastor como máximo exponente- o Jerez de la Frontera y el sello distintivo de Molina, que habrán de continuar brillantemente Parrilla o Morao, son excelentes ejemplos de tal proceder.

    Las directrices hasta aquí apuntadas ponen de relieve no sólo la unidad y variedad de la identidad guitarrística sino también su capacidad de asimilación en un corto lapso temporal. Prueba de ello lo constituye la recepción y posterior reelaboración de elementos proteicos procedentes de otros dominios (seguramente debido al propio origen del Flamenco, circunscrito a un proceso de mestizaje que pervive hasta la actualidad). Se ofrece así una creativa lectura de la materia seleccionada, pero adecuándola a los cánones y cauces intrínsecos al Flamenco (sucede también en el cante; recuérdese la versión por bulerías Cielito lindo de la Niña de los Peines). Por esta razón, el guitarrista, conocedor de los verdaderos fundamentos que sustentan su marco de expresión artística, procurará no desnaturalizar los palos, al valerse de este fresco e ingente caudal. Sucede, además, que, con el tiempo, determinadas fórmulas se habrán de aceptar por convención; tal es el caso de la scordattura que practica Ramón Montoya en la rondeña de concierto (la sexta cuerda, Mi, en Re, como el laúd, y la tercera, Sol, en Fa sostenido) sobre la tónica modal de Do sostenido o su enarmónico Re bemol (de gran predicamento en generaciones posteriores). Incluso la estructura armónico-rítmica del fandango-malagueña que inserta Montoya en dicha pieza está relacionada, desde el punto de vista de su naturaleza, con el cante de Levante de Antonio Chacón, como ha visto Enrique Morente en El pequeño reloj. En este sentido, cabría analizar las mutuas interacciones entre la aportación de la guitarra en el sutil perfilamiento de determinados estilos y, viceversa, es decir, en lo concerniente a la influencia del cante en la génesis de falsetas concretas. De hecho, esta melodía, que imita la concentración expresiva vocal, tiene su campo de actuación claramente en artistas del pasado y del presente. En 1950, Melchor de Marchena recrea con una falseta el fandango de Huelva cantado por la Niña de los Peines (Al cielo que es mi morada). Andando el tiempo, Paco de Lucía, en su pieza Montiño, de la obra Sólo quiero caminar, realizará una falseta con la estructura métrico-melódica del fandango de Huelva que coincide sustancialmente con otro de Camarón; e igualmente, una de las melodías de la bulería La Chanca de Tomatito tendrá su correlato en la letra de Camarón Qué alegría de haber "nacío" (de Te lo dice Camarón).

       En estos testimonios, se observan las relaciones entre guitarristas y cantaores, atendiendo al conocimiento de la identidad flamenca compartida por ambas modalidades. Ello no es de extrañar, ya que, en una fructífera simbiosis artística, al igual que el diapasón, por ejemplo, de Paco de Lucía evolucionaba paulatinamente con personales registros, las arriesgadas modulaciones melismáticas del cantaor de la Isla encontraban acertados matices y colores tímbricos diferentes. Junto al cante, la codificación métrica de determinadas falsetas tiene también su gestación en momentos específicos del baile, que condicionan su naturaleza genérica, como sucede con los zapateados por alegrías, soleá o seguiriyas -a modo de escobilla- e incluso el silencio del primero de estos estilos mencionados (según imita Paco de Lucía en sus cantiñas A la Perla de Cádiz). Habría que pensar, en fin, en otros casos de antaño para calibrar, cum grano salis, en qué medida estas influencias recíprocas enriquecieron el desarrollo y natural evolución de la guitarra, el cante y el baile.

    El cabal conocimiento de la identidad guitarrística se hace patente, igualmente, en diversos transportes. Así sucede con la aplicación asociativa de la cadencia andaluza a las posiciones en Mi bemol y Do sostenido (o sus respectivos enarmónicos: Re sostenido y Re bemol). En el primer caso, encontramos la sucesión Sol sostenido menor-La bemol menor, Fa sostenido-Sol bemol, Mi, Mi bemol-Re sostenido, que amplía el modus operandi en Mi modal y la progresión La menor, Sol, Fa, Mi modal. Atendiendo a dicho parámetro, las armonías sustentadas sobre Fa sostenido menor, Mi, Re, Do sostenido-Re bemol abren un coherente marco para la tradicional secuencia en La modal y su ciclo pertinente: Re menor, Do, Si bemol mayor, La modal.

       Estas posibilidades melódicas ofrecen, al tiempo, ricos y variados matices semitonales al cante -evocando así, salvando las distancias, un microtonalismo originario- que va incorporando paulatinamente tales registros (recuérdese la última bulería grabada por la Macanita, con la bajañí de Morao, o la interpretada por Remedios Amaya, acompañada de la sonanta de Vicente Amigo). Dicho enriquecimiento armónico, que repercute en el dominio del diapasón, tiene su perfecta correspondencia en la progresiva evolución de las técnicas para la mano derecha. En efecto, los rasgueos con efectos percutivos, como acompañamiento al cante y al baile, alcanzan hoy, frente al dominio clásico, un virtuosismo inusitado. Es más, en la propia evolución de la guitarra flamenca, basta cotejar, mutatis mutandis, una bulería de Ramón Montoya, que se acerca más a nuestro actual concepto de la bulería por soleá, y otras ejecuciones posteriores del mismo palo. De hecho, contratiempos, síncopas o silencios se hacen compatibles a fin de desafiar creativamente el ritmo (aunque siempre ajustados a la medida canónica). Junto a los rasgueos, el trémolo estará cada vez más al servicio incondicional de la expresión artística. Respecto al trémolo de la guitarra clásica (en una aplicación técnica de los dedos pulgar, anular, medio e índice, por ejemplo, en el Recuerdo de la Alhambra, de Tárrega), el tocaor añade una pulsación, la del índice a continuación del bajo, permitiendo así una cuadratura más acorde con la métrica flamenca. Incluso se atiende hoy a la independencia de los dedos, como muestra el meditado trémolo de Manolo Sanlúcar de su rondeña Oración en aras de obtener una mayor flexibilidad expresiva. Ajena al dominio clásico, la alzapúa encuentra un destacado lugar en la guitarra al facilitar la ejecución veloz y vehemente con el dedo pulgar (en consonancia con las escalas).

       Resulta, por añadidura, un idóneo complemento efectista de los rasgueos y golpes percutivos en la madera a la hora de marcar el tempo rítmico pertinente. La firme asimilación de técnicas por parte de la guitarra flamenca en su devenir histórico se observa en la aclimatación de recursos como los armónicos sincopados, en la rondeña A mi madre, de Rafael Riqueni, así como el pizzicatto (según se ve en un detalle de la guajira de José Antonio Rodríguez y en una bulería con la afinación de rondeña de Gerardo Núñez).

        La amplia apertura mental guitarrística permite, asimismo, la adecuación de la técnica a precisas contaminaciones armónico-rítmicas, de suerte que se propone un género de concierto como la Fantasía (p. e., la de José Antonio Rodríguez o Rafael Riqueni). Incluso últimamente se atiende a la conjugación de estilos, como la rondeña-bulerías (Hacia mí) o taranta-bulerías por soleá (Piedras negras) de Gerardo Núñez en Jucal, cuyo precedente encontramos en testimonios clásicos (v. g., la soleá-malagueña El cante llora su pena, de Pepe Pinto con Melchor de Marchena, de 1949). La autonomía de la guitarra actual llega a supeditar, en ocasiones, al cante y al baile en atractivos espectáculos como instrumentos complementarios, produciéndose así una inversión consciente de su primigenia función. No obstante, esta voluntad de colaboración viene a recordar, en suma, los verdaderos orígenes de la guitarra flamenca, que conserva actualmente incólume su prístina identidad, pero con un alto vuelo hacia ilusionados horizontes de libertad expresiva.

Francisco Javier Escobar Borrego 
Revista La Flamenca



Disco: Orillas - Juan Carmona. (Night & Day, 2002)




    Cuando en un tiempo fabuloso el peregrino Hércules se adentró en el Estrecho mítico por el promontorio de Calpe y Abila, seguramente sin saberlo, venía a tejer un puente simbólico que facilitaba el acercamiento de culturas en las orillas del Mediterráneo. Con el esplendor andalusí, Córdoba alcanzaba su floruit al órfico son de Zyriab, sedimento que marcaba uno de los múltiples rasgos estético-culturales que habrían de cristalizar en esa manifestación ecléctica y críptica que llamamos Flamenco. Conscientes de tal punto de encuentro, artistas como Lebrijano, con la Orquesta Andalusí de Tánger, o Lole han rendido, valiéndose de su voz, un sincero homenaje a tal hibridismo musical. En el marco guitarrístico, si bien Paco de Lucía había acometido, salvando las distancias, una tarea similar en Sólo quiero caminar, faltaba por fraguar una obra íntegra y unitaria que se sumara a esta línea compositiva. Con la colaboración de artífices representativos de la Vanguardia Flamenca (Pardo, Benavent, Canales, Montse Cortés o Potito), Juan Carmona nos ofrece Orillas, en una granada confluencia de estilos flamencos y profundidad gnawa. La rondeña de concierto (Ronda), con ligeras reminiscencias de Paco de Lucía y Vicente Amigo, dará paso al tempo de unos sabrosos tangos (Noche; Esperando). La polimetría rítmica de Marrakech, asimismo, enriquecida gracias a Chemirani, sirve como pórtico de entrada a la bulería Juncales, preñada de contratiempos rítmicos y otros recursos (v. g., el pizzicatto). Junto a Chraïbi, Carmona se adentrará en un embriagador manantial armónico, a modo de fantasía, en II Han. La soleá mora, marcada con apuntes percutivos de Canales, recuerda ligeramente el sello de los Habichuela (especialmente, el toque de Juan). Y las alegrías Tú vives en mí, sustentadas sobre un estribillo melismático entonado por Cortés, emanan el perfume gaditano de uno de los enclaves míticos establecidos por Alcides como lugar impregnado de maravillas inefables. La obra culmina, en fin, con la granaína De Casablanca a Granada, que arranca en virtud de un preludio de identidad étnica para pasar a la evocación del espacio legendario andaluz, en una estructura anular, como prístino recuerdo de la cultura nazarita. Finaliza así Carmona su peregrinaje musical, haciendo realidad, como un nuevo Hércules o Zyriab, el hermanamiento entre las orillas de un Mediterráneo mítico.

Francisco J. Escobar Borrego 
(Universidad de Sevilla)



Publicado en La FLamenca: AQUÍ 

Disco: Andando el Tiempo.Gerardo Núñez (The Act Company, 2004)

    


    Desde que Gerardo Núñez ofreciera antaño sus señas de identidad con El Gallo Azul (1987), un dilatado trayecto se ha podido observar en su granada andadura por los crípticos e insorteables senderos de la Música. La incesante búsqueda armónico-rítmica en Flamenco en Nueva York (1989), Jucal (1994) o Calima (1999), en aras de encontrar espacios que definan con sinceridad expresiva la voz nítida de su alma, da paso a nuevas páginas de su última obra, Andando el tiempo, que aúna, a la perfección, el fresco sello de la vanguardia y el sabroso perfume de la tradición. El paratexto referido al tiempo subjetivo e intransferible del guitarrista define así el leitmotiv principal del disco. Esta directriz marca, asimismo, el canon métrico de la Soleá de la luna coja, con destacadas aportaciones, la soleá por bulerías Templo del lucero, en la posición de Mi bemol con un preludio rítmico interior, así como el aire festero de Plaza de los plateros -jalonada sobre un estribillo-, Compás de amistad, Siempre es tarde, en la que imita puntualmente el efecto de un bajo eléctrico, o Ímpetu, en sentido homenaje al maestro Escudero. La armónica colaboración instrumental de Fresu, Sambeat o Díaz ponen de relieve, igualmente, la versatilidad y amplitud de miras de Núñez (v. g., en la rumba La Habana a oscuras). La íntima soledad del ritmo interior acompaña al músico, a modo de soliloquio sin palabras, en Trasgo, en la taranta de Nocturno, con ecos de su anterior tema Piedras negras (de Jucal) o en Yerma, pieza sustentada, esencialmente, sobre un profundo trémolo. El hibridismo armónico-métrico se observa, por último, en Canícula, a partir de la cadencia sonora de la rondeña de concierto. Tiempo maduro éste que nos ofrece Núñez, que como un crisol de reflexiones matizadas nos abre, en fin, las puertas de un sueño a modo de sugerencia musical.

Francisco J. Escobar Borrego

Texto publicado en La Flamenca

22 de julio de 2009

RESEÑA EN TRISTE Y AZUL POR RAFAEL HOCES





    La guitarra flamenca, en continua evolución, va ampliando su lenguaje a veces hasta límites que superan ampliamente lo que de manera estricta comprende el flamenco. Necesitaríamos numerosas páginas para intentar definir dichos límites y, aún así, no lo conseguiríamos. Como si de una lucha maniquea entre el bien y el mal se tratase, la ortodoxia defiende las características musicales del flamenco tradicional, mientras lo heterodoxo intenta modificarlas y ampliarlas. Un equilibrio entre ambas fuerzas puede dar como resultado un trabajo reconocible por los aficionados y que comprenda, a la vez, una ampliación de las armonías y melodías tradicionales. Éste es el caso del disco de Paco Escobar A contratiempo. En él se conjugan toques tradicionales como la soleá y la granaína con otros que son ajenos a los cánones (Paisaje cromático o Palabras) y con un tercer grupo de estilos que podemos denominar de difícil clasificación. En el último caso, Paco juega con nuestra capacidad intuitiva como conocedores del flamenco haciéndonos dudar del palo que se trata, haciéndonos creer que se trata de uno para desembocar en otro. Este hecho ha sido muy criticado por la flamencología tradicional; el oyente necesita identificar lo que escucha para abandonarse al placer que supone dicho reconocimiento estético. En esta línea encontramos en algunos trabajos de guitarra flamenca palos que empiezan y terminan sin que el oyente identifique de cuál se trata, pero Paco, sabiamente, combina fragmentos de incertidumbre con otros canónicos, proporcionando rasgos flamencos e innovadores a la vez. Tenemos la medida exacta entre novedad y tradición. Es, indiscutiblemente, flamenco, pero se hacen “excursiones” fuera de la frontera. A este nivel juega un papel importante la instrumentación. El bandoneón y corneto no son instrumentos en absoluto tradicionales en los discos de guitarra flamenca. Paco utiliza, por ejemplo, un corneto en Bajañí, comenzando con características musicales que poco tienen que ver con la guitarra flamenca tradicional para después comenzar de lleno con los doce tiempos de la bulería en modo flamenco, despejando toda duda. En este contexto, el disco no se rinde a la comercialidad, pero sí se compone según la moda. Las composiciones comerciales son aquellas que buscan que el disco sea lo más sencillo posible, lo más cercano al gusto del público, aún sacrificando fragmentos u otras cuestiones que puedan proporcionar calidad al trabajo. La moda es aquello que ocurre cuando existe un estilo compositivo común a una época. El romanticismo o el nacionalismo no eran sino modas y no por seguir una determinada moda las composiciones eran de peor calidad. Paco se encuentra, como los guitarristas de la época en que vivimos, a medio camino entre los toques tradicionales y las nuevas afinaciones, armonías y rítmicas, aportando una visión muy personal, difícilmente clasificable en una corriente concreta. Destacamos también, a este tenor, el aspecto formal, curiosamente descuidado en algunos guitarristas contemporáneos. Un toque no debe, a mi entender, estructurarse en un compendio de falsetas y rasgueos sin solución de continuidad. Ambos deben aparecer con sentido como lo hace cualquier narración. No por ser abstracta, la música ha de presentarse sin sentido. Llamadas, cierres, falsetas, rasgueos y estribillos han de emerger de forma ordenada, siguiendo la lógica musical, extremo que Paco conoce perfectamente. Se perciben, con nitidez, trazas de su experiencia en el campo del acompañamiento al baile y cante en la cantidad de cierres, llamadas y contratiempos que realiza la guitarra en los temas rítmicos. No quiero dejar pasar la oportunidad de subrayar el aspecto literario-musical del disco, importante pilar tanto por la doble vocación del autor (profesional del mundo de las letras a la vez que guitarrista y compositor) como por la colaboración de Velázquez-Gaztelu y Jaime Siles. Quizá lo que pretendía Wagner con su concepto de “obra de arte total”, en donde quería integrar todas las artes a través de la música, pueda empezar a verse en el flamenco en este CD. Texto y música. Y música con influencias del cante y el baile. En cuanto al análisis de las piezas en sí, en el comienzo del disco (la rumba Momentos) destacamos el uso del pizzicato, como técnica nada común en la guitarra flamenca, que Paco ejecuta con sobrado conocimiento de causa, estructurando las frases de forma equilibrada, evitando el abuso de esta técnica que puede resultar incómoda y extraña a un profano no avezado en la materia. Posteriormente, manejará el pizzicato también con el mismo concepto compositivo en Bajañí.

    Tras la sección en pizzicato, hace la aparición en el disco el bandoneón de Ariel Hernández, como referencia a Astor Piazzola, autor que influye en su estilo compositivo. En un sendero compositivo paralelo, Paisaje cromático y Palabras son intenciones expresas del compositor de salirse de los cánones del flamenco. Ambas representan lo que denomina “diálogos instrumentales”. El primero dedicado a su madre y el segundo a su esposa. Podríamos enmarcar estos temas en lo que se llama forma Fantasía. En Paisaje cromático encontramos una leve referencia al ritmo ancestral y prístino del jaleo. Aquí vamos a descubrir complejas estructuras armónicas que sitúan al oyente en una gama amplia de colores tonales, las cuales proporcionan frescura constante a la composición. Palabras, dedicado a Isabel, su esposa, nos presenta una rica armonía que culmina en el final en virtud de una melodía que no desciende a la tónica, dejándonos en un lugar de indefinición tonal. Evoca, en concreto, la técnica del bajo Alberti, típica del periodo clásico de la música culta. Comparando el uso de los instrumentos podemos notar cómo Paco es tan capaz de introducir el bandoneón y el corneto en temas o fragmentos no flamencos como aquellos que sí lo son, haciéndolo con pleno sentido.En su recorrido compositivo, sorprende el uso que hace Paco de las scordaturas, contempladas tanto para el tema principal que da nombre al disco, A contratiempo, como en Bajañí. Los guitarristas contemporáneos, en la búsqueda constante de nuevos horizontes musicales, recurren a afinaciones que imprimen un color diferente al de las armonías tradicionales. El colorido es distinto cuando tratamos la cadencia andaluza sobre los acordes lam, SolM, FaM y MiM y cuando lo hacemos en fa#m, MiM, ReM, Do#M. Paco conoce estos extremos y se maneja con soltura en el amplio registro de las nuevas afinaciones haciendo uso de todo el mástil. En A contratiempo consta otro diálogo entre la guitarra y la voz. Llama la atención la intro del trémolo en compás ternario, que crea una expectativa de un palo en este compás o en doce tiempos para luego romper súbitamente en los cuatro tiempos de los tangos. Es éste tema el más complejo a nivel rítmico y que mejor representa el nombre del disco. Paco superpone ritmo de tanguillo sobre tangos y realiza un juego rítmico-armónico para situar al oyente en un plano de incertidumbre rítmica. Es fácil argumentar que está “fuera de compás”, cuando en realidad lo sigue perfectamente. Hagan la prueba. La voz de Rafael de Utrera se adapta perfectamente a la melodía principal compuesta por Escobar.

    Junto a la ermita recrea el ambiente de la gente que espera a la Virgen del Rocío en armonía con el sonido de las campanas. La voz de Victoria Escobar recoge perfectamente el motivo melódico del fandango. A modo de homenaje al toque tradicional de Juan Díaz, introduce Paco su falseta más conocida en diálogo con la scordattura en Si de una voz paralela. Más tarde, en el discurso instrumental, Paco imita la procesión ritual en torno a la virgen con un bello trémolo. Termina con un ritmo más marcado típico del fandango. En este sendero conceptual, la idea del diálogo instrumental constituye un leitmotiv de este disco, como podemos comprobar en esta rondeña-bulerías llamada Bajañí (homenaje implícito al toque jerezano de Javier Molina). Como su estilo reza, la afinación de la guitarra imita la de la rondeña que creara Ramón Montoya. Sin embargo, Paco añade la prima en re, con lo cual crea un color diferente al tradicional de este toque. Tenemos que continuar hasta Altozano para adentrarnos en un toque tradicional en lo que se refiere sobre todo a armonía. Encontramos aquí interesantes propuestas en el campo del ritmo por su variedad. Tras los primeros compases rasgueados, podemos percatarnos de cómo van desarrollándose las células rítmicas, organizadas en frases atípicas con cambios continuos en la acentuación de dichas células y cierres que caen en lugares nada habituales. En el trémolo la melodía predominante en el bajo rompe con la tiranía de los agudos como líder en este tipo de pasajes. Asimismo, haciendo honor a su tierra, Paco compone según el estilo considerado “aflamencado” de la sevillana Otoño en Sevilla. Para ello recurrirá al esquema modulatorio que ya el propio Paco de Lucía utilizara en Cobre, esto es, una tonalidad diferente para cada una de las cuatro partes de la sevillana. Pero va aún más allá introduciendo modulaciones dentro de cada sección, presentando cada parte en varias tonalidades. Se vale del recurso de los puentes modulantes como elemento de enlace. Destacamos el novedoso comienzo con ritmo interior para luego entrar en el ritmo típico de este palo. En la última sevillana encontramos una ruptura con forma típica de la sevillana. Nos encontramos ante un homenaje, según las palabras del autor, a Isidro Sanlúcar y Sal marina.Uno de los palos más comerciales suele ser el tanguillo, por la facilidad con que se presta a los estribillos fáciles. En Nostalgia Paco rompe con esta gastada idea. La percusión adquiere un papel diferente, en segundo plano y siguiendo esquemas distintos a los típicos. Conjuga el ritmo de los tanguillos modernos con los antiguos de tal forma que resulta difícil identificarlos. En contraste, en Vuelo de golondrinas se alza una granaína que introduce el corneto. Pero éste no va a imitar la voz sino que jugará con esquemas melódicos nada habituales en este palo. La armonía sitúa al oyente en un plano extraño con distintas modulaciones hasta que escucha el motivo por el cual se reconoce fácilmente el palo: el ligado en la sexta cuerda. Destacamos el interesante trabajo del trémolo, muy elaborado. Por último, en Sabor a canela, hemos de esperar a los primeros cierres tras la voz de Victoria Escobar para establecer sin miedo a errar la bulería. De nuevo sobresale el comienzo con acompañamiento en pizzicato en un 3/4 que en nada se parece a lo que viene a continuación. En definitiva, estamos ante un disco muy elaborado, fruto de largos años de trabajo e inspiración de Paco Escobar. En él encontramos la medida equilibrada entre la tradición y la innovación. Es un disco para guitarristas, en el que los amantes de este instrumento se reencontrarán con composiciones hechas para y por ella. Disfrútenlo. Paco Escobar ( Francisco Javier Escobar) es profesor de Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Sevilla, matricula de Honor en Filología Hispánica.

                                                                                    RAFAEL HOCES