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21 de abril de 2017

Cantar el verso: Concierto-conferencia ilustrada de Rocío Márquez y Paco Escobar en Prix Caméléon (Galería de fotos)



Cantar el verso


Cantar el verso constituye un itinerario poético-narrativo, en forma de diálogo entre la música y la literatura, por las principales formas genéricas del flamenco. No obstante, se concibe como una reescritura o palimpsesto de las principales estructuras armónico-métricas del canon tradicional conforme a formas contemporáneas de exploración creativa y expresión estética.

Dicho proceso compositivo e interpretativo, sustentado sobre variaciones dialogadas de los arquetipos, tiene lugar a partir de la adaptación de versos de aliento popular y fragmentario a modo de selecta antología, como en los cantes de Levante y abandolaos, soleá, seguiriya, fandangos, peteneras, farruca y milonga hasta los tangos y bulerías, pero también de otros con visible marca de autor en virtud de una secuenciación narrativa unitaria con exposición, desarrollo y desenlace; así sucede en el Romance a Córdoba de Marchena o, en las fronteras entre flamenco y copla, Me embrujaste de Quintero, León y Quiroga, con los consiguientes ajustes exigibles entre la acentuación de la métrica poética y la propiamente musical.


Se trata, en suma, de un diálogo interdisciplinar entre la tradición y la vanguardia que viene a atesorar un doble nivel de creatividad estética; por un lado, intergenérico, esto es respecto a las fuentes musicales y modelos literarios (La Niña de los Peines, La Perla de Cádiz, Marchena, Niño Ricardo, Morente, Piazzolla …, en armonía con Lorca, Rafael de León o Valente), pero también a nivel de fraseo melismático vocal en interacción con las texturas tímbricas instrumentales, fruto de dicho palimpsesto, o work in progress, entre la voz y la palabra. En definitiva, Cantar (y contar) el verso.

·         Paisaje de Levante y Baladilla de abandolaos (De Chacón a Morente)

·         Poema de la Soleá y Palimpsesto de «Romance a Córdoba» (Cartografía genérica – Retratos de Lorca y Marchena – Pastor poeta – Valente)

·         Poema de la Siguiriya gitana (Cartografía genérica) 

·         Viñetas y caprichosFandangos (Del Carbonerillo y Cepero a Toronjo)

·         Diálogo de Farruca y Milonga (Niña de los Peines – Piazzolla)

·         El paso de los Tangos: evocación (Niña de los Peines – Perla de Cádiz –Repompa)

·         Me embrujasteVariaciones sobre Quintero, León y Quiroga (Tientos – Zambra – Bulerías)

·         Y después: Gráfico de la Petenera (De Lorca a la Niña de los Peines)






13 de marzo de 2017

III Congreso Internacional de Investigación y Docencia de la Creatividad, CICREART 2017

Este martes participaré en una mesa redonda en el III Congreso Internacional  de Investigación y Docencia de la Creatividad, CICREART 2017, organizado por el Departamento de Escultura de la Universidad de Granada y la Fundación José Luis Tejada, se celebrará en el Parque de las Ciencias de Granada, Avda. de la Ciencia s/n. 18006. Granada. del 16-18 de marzo de 2017. 

Puedes consultar el programa de CICREART aquí



28 de noviembre de 2016

Flamenco: Nouveaux discours artistiques et critiques

          El 1 de diciembre participaré en el Colloque internacional Flamenco: Nouveaux discours artistiques et critiques, organizado por la Universidad de Grenoble, con una conferencia titulada "Emoción-arte o pintar un cuadro (emocional): acuidad sonora y palimpsesto en Félix Grande". Por otro lado voy a intervenir como moderador en la mesa redonda "El flamenco actual, entre tradición y experimentación" en la que intervendrán también Andrés Marín, Antonio Campos  e Ismael de Begoña.





13 de septiembre de 2016

“Félix Grande interpreta a Paco de Lucía: Microrrelato, retrato pictórico y poética musical”

Ponencia  de Francisco Javier Escobar "Félix Grande interpreta a Paco de Lucía: Microrrelato, retrato pictórico y poética musical" dentro del Seminario "El flamenco y las bellas artes. Formación complementaria" celebrado dentro de los Curso de Verano  de la Universidad Pablo de Olavide en su sede de Carmona. 



6 de mayo de 2015

EURÍDICE XXI: NUEVO DISCO DE PACO ESCOBAR E INDIRA FERRER-MORATÓ

Paco Escobar e Indira Ferrer-Morató, Eurídice XXI, Universidad de Sevilla. Instituto Andaluz del Flamenco. Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía. Universidades de Andalucía. Cátedra de Flamenco de la Universidad de Sevilla. Flamenco y Universidad. Vol. XXII, 2014. 

Lo podéis escuchar en Spotify






Eurídice XXI: "La voz a ti debida"

Y aun no se me figura que me toca
aqueste oficio solamente en vida,
mas con la lengua muerta y fría en la boca
pienso mover la voz a ti debida.
Libre mi alma de su estrecha roca
por el Estigio lago conducida,
celebrándose irá, y aquel sonido
hará parar las aguas del olvido.
(Garcilaso de la Vega, Égloga III, 9-16)

Cuenta la leyenda que la dríade Eurídice, caminando descuidada un día sobre la verde hierba de la campiña tracia, fue mordida, de manera irreversible, por una venenosa serpiente. Desde entonces, Orfeo, el célebre poeta, consagró su canto al recuerdo de su memoria. Su música, de hecho, cobró mayor sentido, si cabe, tras su frustrado intento de rescatarla de la morada abisal de Hades durante su descensus ad Inferos.

Esta historia mítica, como la relatan Ovidio y Virgilio –si bien con variantes–, sugiere el arquetipo de la amada como fuente de inspiración musical. Se trata de un prototipo, además, que ha ido transitando a lo largo del tiempo, habida cuenta de que diferentes músicas del mundo –remotas y actuales, escritas y orales, cultas y populares– atesoran la imagen de la figura femenina como generadora del canto; así podría analizarse, aunque no sea ahora este nuestro propósito, desde variadas disciplinas sustentadas sobre el comparatismo entre las artes, tales como la mitocrítica y el mitoanálisis, a partir del armazón metodológico de G. Durand, así como la antropología musical o la etnomusicología.

Pues bien, desde tales pautas míticas procedentes de la tradición clásica, al decir de Highet, el entorno sonoro que se propone en la presente obra acaudala profundos sentimientos estéticos enraizados en el amor y la muerte –Eros y Thánatos–, los celos y el desamor, la alegría y la pena, esto es, como en el flamenco o la copla; sentimientos, en definitiva, universales pero en los que, como denominador común, la figura femenina –v.g., Amèlia o María de Buenos Aires– adquiere un destacado protagonismo. Tanto es así que, por las razones compositivas aducidas, este proyecto estético dialoga, en el plano interdiscursivo, con los estereotipos femeninos de la copla y su hermanamiento con el flamenco, es decir, en las lábiles fronteras historiográficas y genéricas de la Ópera flamenca, sobre todo, entre las décadas de los años 20 y 50; recuérdense, p. e., figuras tan emblemáticas como La Salvaora, La niña de fuego, María Candelaria, Manuela, María de la O, Adelfa, La hija de Juan Simón, Mi niña Lola, La chiquita piconera, Rosa Linares o Dolores María, por citar algunos paradigmas representativos.

Aunque, claro está, Eurídice XXI entronca, al tiempo, con estereotipos de calado romántico: desde la bíblica Salomé con su funesta danza, al decir de O. Wilde, hasta Carmen, la cigarrera gitana, como ya viesen los viajeros europeos y recrease F. Rey en Carmen la de Triana (1938), con la interpretación de I. Argentina al son de canciones tan célebres como Antonio Vargas Heredia (De la Oliva-Mostazo-Merenciano) y Los piconeros (Perelló y Ródenas-Mostazo), tema este último del que habrían de realizar, además, variaciones por bulerías N. Ricardo y M. de Marchena en un dúo guitarrístico. Finalmente, más cercana a nuestro tiempo, cabría destacar la actualización de la hechicera Medea, femme fatale en la obra sinfónica homónima de M. Sanlúcar, quien toma como principal modelo la tragedia de Eurípides. Permítannos, en este sentido, dedicar este disco, entre el flamenco y la tradición clásica, a tan estimado maestro, que tantas puertas ha abierto para la música del siglo XXI a efectos estéticos y de interdisciplinariedad.

Ahora bien, los fraseos melismáticos y mensajes literarios formulados en esta obra no se restringen a una mera palingénesis o reescritura de temas que han viajado, como mitemas latentes, en la memoria oral; así puede comprobarse en colombianas, habaneras o Morillas de Jaén, e incluso codificados, con marca de autor, en el ámbito operísticocomo María de Buenos Aires, de A. Piazzolla, del que hemos llevado a cabo variaciones musicales de su cuadro 3b. Al margen de esta poética del tango (o sencillamente sistema tango), la producción artística que se ofrece parte, como contrapunto, de una adaptación literario-musical con lazos de unión, de un lado, respecto a la ópera en miniatura –son, de hecho, fragmentos de calado lírico los que aquí se ofrecen– y, de otro, con la estética conceptual de J. Á. Valente, melómano y defensor de la brevedad-concentración expresiva frente a la palabra banal. Este maridaje entre ambos discursos estéticos, al igual que los versos cantados por Orfeo, viene a justificar, en consecuencia, el aliento valentiano de los ciclos Página en blanco, Fragmentación, Silencio, Transparencia, Fulgor y Unidad, que dotan a la obra de un hilo conductor, a saber: el itinerario iniciático, como el de Orfeo, desde la fragmentación hasta el principio de unidad encarnado en la luz. Lo ha dicho recientemente José Mª Micó, el poeta, en Caleidoscopio: “¿Qué hay detrás de la luz? / Más luz, más pura”.

Sin embargo, estas nociones de poética musical –en palabras de Stravinsky– quedarían un tanto sesgadas si no subrayásemos la relevancia de la música tradicional-popular en este proyecto; es el caso, por mencionar algunas muestras significativas, de la reescritura de formas genéricas canónicas del flamenco y el folclore catalán –seguiriyas, con sabor contemporáneo por sus guiños a L. Berio, y El testament d’Amèlia–, hasta renovadas lecturas interpretativas como la del villancico del Gloria, a modo de deconstrucción a partir de sus estructuras armónico-métricas con ritmo ternario y aires de canción popular andaluza. No obstante, esta construcción-arquetipo, un tanto ancestral, hermana el flamenco con la copla, como se comprueba con Catalina …, de León y Quiroga en La Dolores (1940), del mencionado cineasta F. Rey, en la que también se incluye, por cierto, una significativa escena de C. Piquer con P. Marchena –Niño de Marchena– como concierto de dos géneros y estilos entrelazados.

No faltan tampoco las reescrituras de otros géneros como el fado, en homenaje a A. Rodrigues, fiel admiradora de la copla desde que visionase Carmen, la de Triana, experiencia que le llevó a interpretar La Zarzamora, Ojos verdes o Los piconeros. Nos ha interesado, de hecho, esta concepción del fado (o fados) como canción urbana, entrela tradición y la contemporaneidad, según hemos comprobado, durante prolongadas estancias de investigación, escuchando los arcanos sones de Alfama, en el Museu do Fado y en otros reveladores enclaves de Lisboa (¡estranha forma de vida!). Fruto de este mestizaje, que se proyecta más allá de la saudade y otros universales del sentimiento, es la granada aportación de diferentes generaciones, aunque bien acordadas en nuestros tiempos; así: C. do Carmo, G. Salgueiro, K. Guerreiro, Camané, R. Ribeiro, P. Rodrigues, J. Braga, C. Pires, H. Moutinho, Mísia, J. Amendoeira, M. Dilar, A. Moura, M. Arnauth, C. Branco o Mariza, hasta entroncar con Madre Deus o Dulce Pontes, entre otros singulares referentes lusitanos.

Por último, no podemos dejar de recordar, en esta recuperación de géneros ortodoxos e híbridos que dialogan con el flamenco y la copla, tanto la habanera, con coda final de tanguillos –esto es, desde nuestra lectura de C. Cano–, como la propuesta de un gráfico de la copla, a modo de evocación de Pena, penita pena del impagable trío Quintero, León y Quiroga. Para dicho recuerdo, que diese señas de identidad al film homónimo (1953) de M. Morayta –interpretado por L. Flores–, hemos seguido las pautas teórico-prácticas de M. Ohana y su concepto del tiento. Se trata este músico, en particular, de un compositor que colaboró, con sus transcripciones, en Mundo y formas del mundo flamenco de Molina y Mairena (1963), habiendo explorado para ello los caminos de lo jondo en Trois graphiques, Tiento –ambas obras de 1957– o Si le jour paraît (1963), cuya pieza Maya-Marsya está consagrada a R. Montoya.

Por lo demás, en dicho cruce de caminos y como punto de encuentro entre tales tendencias eclécticas, hemos optado por un formato desnudo y minimalista representado por la música instrumental para guitarra y la voz lírica de soprano. A partir de esta base sonora matriz, se amplía el dúo, con una voluntad de complementariedad, a un conjunto de cámara, conformado por percusión y cuerda. De hecho, las implicaciones simbólicas planteadas entre la música y el texto literario no necesitan de aditamento tímbrico o textural alguno salvo el de la guitarra y la ilustración vocal, con aportaciones ya, a este respecto, en el flamenco y aunque desde otro concepto, como las de M. Caballé y Serranito, P. Marchena con N. Elías y J. A. Rodríguez, y, de forma maestra, por Sanlúcar y C. Linares en Locura de brisa y trino. No obstante, a propósito de esta última contribución, ofrecemos guiños cómplices respecto a la armonización de la cadencia andaluza con la escala mixolidia en la introducción por tanguillos de Gráfico, con apuntes también a los espacios tímbricos de tonos enteros, sobre todo, en Diáfano, Amália y Amèlia.

Bosquejando, pues, estos paysages des âmes, Eurídice XXI refleja, en síntesis, la actualización o transmitificación, en los primeros compases del nuevo siglo, de un arquetipo literario-musical que se ha transmitido hasta nuestros días y con el que distintos tipos de públicos –procedentes del ámbito lírico, del flamenco, de la copla o del fado, melómanos, en definitiva– pueden sentirse identificados. Abogamos, por tanto, en esta propuesta de flamenco lírico, por recursos conceptuales como el silencio, la expresión diáfana y la transparencia de una forma similar a los postulados estéticos de los poetas órficos o heterodoxos; así, A. Sánchez Robayna.

Al margen de está poética de lo neutro, página en blanco o punto cero, Eurídice, en suma, viene a ser la voz a ti debida para Orfeo, según cantase antaño Garcilaso en su Égloga III, cuyos ecos y resonancias poético-musicales llegarían, con el tiempo, como un granado crisol de tendencias y con el amor como telón de fondo, hasta el poemario homónimo de P. Salinas. Quienes escuchen la presente obra musical como arte de la memoria –o tan sólo como lejana banda sonora de aquella gloriosa Ópera flamenca–, al margen de gustos estéticos específicos y preferencias artísticas predecibles, tendrán, en este sentido, la última palabra.

Francisco Javier Escobar Borrego
Universidad de Sevilla

1 de septiembre de 2013

CUENTO DE ALMA Y AMADO, DE AGUSTÍN GARCÍA CALVO

Recitado del Cuento de Alma y Amado, de Agustín García Calvo por el profesor Luis Rivero con adaptación musical de Paco Escobar. III Semana de las Letras; Paraninfo de las Facultades de Filología y Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid.


 http://www.editoriallucina.es/cms/agustin-garcia-calvo/homenajes-a-iagustin-garcia-calvo/homenaje-a-agustin-garcia-calvo-en-la-iii-semana-de-las-letras-de-la-ucm

 http://biblioteca.ucm.es/semanaletras3/54175.php?q3=Homenaje+a+Agust%EDn+Garc%EDa+Calvo

6 de octubre de 2012

Paco Escobar y Roser Ferrer-Morató en la ópera L'home del paraigua de Joan Martínez Colás: La voz de la duda (Salmo III de Unamuno)





La voz de la duda constituye la adaptación musical del Salmo III de Miguel de Unamuno, versos en los que el poeta se dirige a Dios para que le ofrezca visibles indicios de su existencia. La duda e incertidumbre que amenazan el alma del poeta en un estado de crisis espiritual quedan materializadas, por tanto, en la música que se presenta mediante diferentes tonalidades, texturas tímbricas y patrones rítmicos. En lo que atañe a la escenificación dramática del poema, adquiere una especial relevancia el símbolo unamuniano de la Esfinge, representación del enigma que el pensador quiere desentrañar, pertrechado de la razón y en su agónica búsqueda de la fe. Por lo demás, esta escena supone, en el contexto narrativo de la ópera, un preludio de la pérdida de la fe de Vicente Ferrer.

Dicha adaptación ha sido realizada por Paco Escobar, profesor titular de Literatura Española de la Universidad de Sevilla y compositor. Su propuesta artística cuenta con la voz lírica de la soprano Roser Ferrer-Morató, encarnación simbólica de la Esfinge. Ambos músicos colaboran en diferentes proyectos, entre los que destaca un disco que armoniza el flamenco lírico y otras músicas del mundo.

 

24 de abril de 2012

Seminario ilustrado en Baeza: Literatura y flamenco




ADAPTACIÓN MUSICAL DE POEMAS DE JOSÉ ÁNGEL VALENTE POR PACO ESCOBAR CON LA VOZ DE RAFAEL DE UTRERA Y LA PERCUSIÓN DE ANTONIO MORENO:



`Flamenco y Literatura' en Baeza


Dentro del ambicioso programa cultural programado dentro de la conmemoración “Antonio Machado y Baeza (1912-2012) Cien años de un encuentro”, no podía faltar el flamenco, una de las artes que interesó a los hermanos Machado y cuyas conexiones con la literatura y la ciudad jiennense son patentes. Además, este ciclo representa una interesante simbiosis entre el flamenco y la propia ciudad de Baeza, ambas declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Por todo ello, esta semana dará comienzo el ciclo titulado “Flamenco y Literatura”, organizado por el Ayuntamiento de Baeza y el Consejo Sectorial para la celebración del centenario de la llegada de Antonio Machado a Baeza. Este ciclo cuenta con el asesoramiento de Juan Manuel Suárez Japón, rector de la UNIA y experto flamencólogo, miembro del Consejo Asesor del Instituto Andaluz de Flamenco, además de vicepresidente del Comité de Honor del Centenario “Antonio Machado y Baeza”, presidido por S.M. La Reina. En la celebración de este ciclo, que ofrecerá tres jornadas con la participación de algunas de las voces expertas y flamencas de más prestigio, colabora la Peña Flamenca de Baeza, activo importante en la celebración de actividades culturales en torno al flamenco con su programación a lo largo de todo el año en la ciudad jiennense.

En el plantel de conferenciantes, además del propio Suárez Japón, que ofrecerá, el próximo jueves, 19 de abril una conferencia titulada “El flamenco en la UNESCO y la UNESCO en el flamenco”, destaca la antropóloga en la Universidad de Sevilla Cristina Cruces, que abrirá el ciclo este viernes 13 de abril con una conferencia titulada “Las letras flamencas: la historia de la gente sin historia”. Cerrará el ciclo el experto y tocaor Francisco Escobar, profesor de Literatura Española en la Universidad de Sevilla, que ha preparado para la ocasión la conferencia “Fuentes cultas y populares en la generación poética de los años 50: de Valente a Caballero Bonald”. Cada velada estará culminada por una actuación flamenca, como no podía ser de otra manera en este ciclo. Para abrir el ciclo, este viernes, serán la célebre Antonia La Negra, cantaora y bailaora de estirpe gitana y artística (esposa del bailaor Juan Montoya, madre de la cantaora Lole Montoya, del dueto Lole y Manuel, y abuela de la cantante Alba Molina) que estará acompañada al cante por Angelita Montoya y a la guitarra por Manolo Herrera. El recital del 19 de abril reunirá al cante a José Méndez y la guitarra de Antonio Moya. El último día, el 27 de abril, el propio Francisco Escobar acompañará a la guitarra al cantaor Rafael de Utrera junto al percusionista Antonio Moreno. Todas las veladas, de entrada libre, comenzarán a las 20:30 horas y se desarrollarán en la Peña Flamenca de Baeza. 


Más información en www.machadoenbaeza.es  

27 de marzo de 2009

UN DISCO ILUSTRADO, José María Velázquez-Gaztelu


  


Siempre he dicho que en esta época que nos ha tocado vivir el flamenco se expresa en muy variados niveles, dependiendo de una serie de elementos en la mayoría de las ocasiones relacionados con la actitud del intérprete, la naturaleza de lo que haya podido absorber en el periodo de aprendizaje y la capacidad para digerir las distintas corrientes.

  A estos aspectos hay que añadir las etapas de formación, ya sean familiares o académicas, los modelos más cercanos y su influencia, los conocimientos adquiridos, la indagación acerca del repertorio clásico, el estudio y práctica de otros géneros, las características de los maestros y, naturalmente, el grado de sensibilidad e inteligencia necesario para llevar a cabo de manera positiva una obra de aceptable dimensión artística. Todos ellos son factores que en mayor o menor medida moldean el distintivo de un músico y determinan el resultado final de su obra.

  Si en una época la manifestación flamenca poseía un diseño relativamente lineal y homogéneo, roto en ocasiones, aunque no de manera traumática, por la fuerte personalidad de algunas voces destacadas, aunque siempre dentro de unos cánones establecidos, a principios de los años setenta del pasado siglo surgió la necesidad de utilizar fórmulas compositivas propias, incluso a costa de ir abandonando las que desde la distancia del tiempo podemos definir como reglas tradicionales. Dicha necesidad, que en muchos casos se transformaba en urgencia, dio paso dentro del flamenco a la figura –no generalizada, desde luego– del creador. O lo que es lo mismo, el flamenco se había convertido en un modelo aleatorio, a partir del cual se podía construir un entramado melódico y rítmico de inspiración propia, originándose las circunstancias oportunas para que surgiera la obra de autor. Por supuesto, este movimiento no se inició de la noche a la mañana ni se mostró de pronto con toda su potencialidad, sino que formó parte de un proceso donde, además de cantaores, guitarristas o bailaores, confluyeron productores, músicos de variado signo, arreglistas, letristas o adaptadores.

  Lo primero que hay que decir de Francisco Javier Escobar Borrego –de nombre artístico Paco Escobar, cuando asume su condición de guitarrista flamenco– es que es Profesor Titular adscrito al Departamento de Comunicación Audiovisual, Publicidad y Literatura de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla, una actividad docente que alterna con la de filólogo, investigador, musicólogo, conferenciante y concertista de guitarra, además de guitarrista para acompañar el cante. Quizá no exista en estos momentos un flamenco con semejante bagaje ni que pueda exhibir un expediente académico de tanto alcance, por lo que Paco Escobar no es uno de los "Exploradores del abismo", si recordamos el título de la última novela de Enrique Vila-Matas, sino un consciente y documentado constructor de pautas musicales, aunque sin duda, y volviendo al principio, como resultado de su constitución pedagógica, del sólido equipaje educacional que marca una posición ante la vida y el arte. Su lenguaje es consecuencia del bien aprovechado paso por las aulas, y eso se evidencia tanto en la elaboración de las composiciones como en sus planteamientos, diseñados según una metodología que responde a pautas determinadas, producto de su mismo pensamiento y de criterios forjados en los amplios y fructíferos territorios del estudio y la reflexión.

  Nada es gratuito en las propuestas de Paco Escobar, que no responden exclusivamente a impulsos estéticos y, además, están por encima de simples adhesiones distorsionadas por una pretendida simbología. Su ofrecimiento, muy bien elaborado, es producto de una compostura existencial, donde se mezcla la experiencia con la sabiduría en un equilibrio que nos lleva a su realidad, a su personal universo sonoro, máximo exponente de la comunicación artística.

José María Velázquez-Gaztelu

JAIME SILES, CONTENCIÓN Y DELIRIO

    



    

Hay visiones de la realidad que son sonoras como otras lo son cromáticas o plásticas. Francisco Javier Escobar consigue que las suyas sean sonoras y plásticas a la vez: como un paisaje que también hablara o como un viento que se dibujase. Y, como buen conocedor de la Tradición con mayúscula que es, ni oculta sus fuentes ni difumina sus claves: las explicita en lo que ha definido como su "poética". A contra-tiempo es un continuo diálogo con los numerosos intextextos de los que deriva su amplia riqueza musical: la de la composición y la de sus no menos identificables referentes. Compositor culturalista, como no lo podía ser menos un músico que también es filólogo, su obra se caracteriza por ser una profunda investigación en los significantes. Lo que se traduce en el mosaico de un doble discurso: el suyo propio y el del meta-discurso que genera.

    De modo que asistimos a un acústico juego de espejos, en el que las imágenes se reflejan las unas a las otras y los sonidos establecen constantes correspondencias entre sí. Música, pues, postmoderna por su historia y su naturaleza, la de Escobar es, sobre todo, lírica por esos surtidores de sentido que conforman sus tonos y esa modulación del ritmo que taracea su expresión, confiriéndole ese lirismo narrativo que tiene y que, como en la poesía de Horacio, desarrolla y despliega una especial morosidad: la del fluir dentro del detenerse. La arquitectónica concepción de sus distintas partes y la perfecta armonía que las une no resta emoción a una pieza como ésta, en la que la técnica está puesta al servicio del espíritu y no al revés. Música, pues, comunicable y comunicante, asistimos en ella a los temas y motivos en que en sí consiste, pero también –y me atrevería a decir que sobre todo– a su masa y volumen fónico-pictural, en el que el apunte de un movimiento se disuelve en el todo descriptivo y éste recibe sus figuras de las secuencias casi fotogramáticas que conforman su aérea instantaneidad. Música, pues, del espacio pero también del tiempo, ésta lo es del aire que recorta sus perfiles dándoles su escultórica unidad. Contención y delirio atraviesan sus notas, y no hay desgarramiento en sus contornos sino un sucesivo y armónico fluir, que acepta la contingencia que le imponen sus límites, pero que no renuncia a la alegría renovada por el rito que es su verdadera clave aquí. El mito que opera en su fondo se renueva en y por el rito que remueve y actualiza su proceso de simbolización. De manera que lo que en sí y por sí está fuera del tiempo pasa a formar parte de él, y lo que sólo es tiempo se destemporaliza en una simbiosis en la que el tiempo y el no-tiempo se nos presentan separados y unidos a la vez por ese punto inmóvil que los aleja y acerca a ambos y que constituye –creo– el eje de toda esta creación. A contra-tiempo remite a una experiencia semejante a la descrita en uno de sus últimos poemas por Ernestina de Champourcin: Contra tiempo, destiempo, / sin tiempo en el tiempo –escribía ella. Y una refacción e ideación del tiempo es lo que Escobar hace y propone aquí: en esta obra suya que supera la tentación trágica que tiene, al diluir el yo en el canto como ha disuelto antes lo culto en lo popular. El yo –como el tiempo– se anula en su vivirlo, y la música y toda su tensión emocional también. 

Jaime Siles